1.
Yo no era partidaria de que cambiaran el uniforme. Cuando se usaba jumper, las niñitas necesitaban de alguien que les subiera y les bajara el cierre, alguien que cuidara de que su pelo no se atascara en él y que les diera palmadas en el hombro después. Ya puedes irte, hija. Necesitaban a alguien más, no se mandaban solas como ahora. Agrandadas. La falda, que hasta más fea se les ve, ha dado para tanto. Como es obvio, no sólo en eso iban a quedarse las niñas: en una falda a cuadrillé sin ninguna gracia. C comenzó por dejarse la blusa afuera y terminó por embarazarse, y entre una cosa y la otra se hizo llamar Kowi por todos. Como sí fuera bueno que ellas mismas se eligieran el nombre, o necesitaran un apodo para ser alguien en la vida.
La rebeldía de síntomas y efectos como éste hicieron que a la falda se sumara una polera cuyo cuello emula a una blusa mal arreglada.
2.
Ocurrió que esa había sido la tarde de más calor del año y la gente, cuya piel siempre arde, salió a la calle en busca de viento. Inexistente viento, vale decir. Más que probable, en busca de caras conocidas que compartieran su sudor. La vista desde ese asiento de la micro consistía en un 50% de color verde paco, 1% de amarillo grifo y 49% de marrón guata pelada y tierra de esquina. Este último color le saltaba a los ojos como un plano, como si todo lo que no fuera carabinero se transformara en una misma cosa en la que éstos flotaban. Sobre el pavimento una charca. Una película de agua estancada que apenas se movía con uno que otro dedo del pie que la agitaba desde la orilla. Las patrullas estacionadas a lo ancho de Pérez, y las micros en fila india esperando algo.
3.
Salimos de ‘el piso’. Aire rancio dentro y fuera de todas partes. El calor de la ciudad se mete por los poros de la Malena empujándole el maquillaje, dejando su cara con una expresión de derretida molestia. Malena: mal nombre para ella. Suena tan ridículo que se haya puesto así. Me acuerdo de la Malena de la Bellucci. Esa sí que era Malena. El plumón me ensucia las manos sobremanera.
4.
- Tu mamá no cocinaba de estas comidas ¿verdad? Verás, los niños aprenden a comer viendo a sus papitos hacerlo. Por culpa de ella son ustedes tan mañosos...
- José come de todo.
- Por eso son así de mañosos, sí. No tienen costumbres.
- Mejor no tener la costumbre a no tener modales.
5.
Estaba en el basurero municipal. El forense dijo que, por su cara plana, intuía el choque directo con un objeto contundente de grandes dimensiones. Tenía tapadas las piernas con suma delicadeza; con hojas de periódico sin fotografías. Avisos económicos, clasificados, obituarios sobre todo. El pecho, por el contrario, estaba desnudo. Los brazos abiertos a todo su largo como marco, como las aspas de un molino que ha sido derribado por el viento. El pezón se erguía solo a la derecha, endurecido y a la espera. El otro, pensó, debe haberse quedado entre los labios de alguien. Ya era vano buscar saliva en un pecho que evidentemente había sido deteriorado por el clima y las moscas. La lluvia era ácida en esa comuna, y hacía pozas donde el azufre les delineaba los contornos.
6.
En cada puerta, según la abuela, había colgada una estampita del padre Pío. Nunca se sabe, niño, cuando haya que pedir refuerzos. Los dedos de V golpean el asiento vacío junto a él. Sus ojos giran. Vieja loca, se le escapa a la del lado. Un sudor frío le corre a V por el cuello. Ya veo, dice. Piensa en que todas las bocas huelen tan mal. Tras cada puerta, agarradas con un alfiler de cabeza de perla roja. Debe ser que tiene los dientes podridos de tanta cerveza. Respiran hondo. El sonido en los audífonos de la del lado se incrementa, mezclándose con el motor y las voces. Su cara se pierde en el reflejo de la ventana.
Yo no era partidaria de que cambiaran el uniforme. Cuando se usaba jumper, las niñitas necesitaban de alguien que les subiera y les bajara el cierre, alguien que cuidara de que su pelo no se atascara en él y que les diera palmadas en el hombro después. Ya puedes irte, hija. Necesitaban a alguien más, no se mandaban solas como ahora. Agrandadas. La falda, que hasta más fea se les ve, ha dado para tanto. Como es obvio, no sólo en eso iban a quedarse las niñas: en una falda a cuadrillé sin ninguna gracia. C comenzó por dejarse la blusa afuera y terminó por embarazarse, y entre una cosa y la otra se hizo llamar Kowi por todos. Como sí fuera bueno que ellas mismas se eligieran el nombre, o necesitaran un apodo para ser alguien en la vida.
La rebeldía de síntomas y efectos como éste hicieron que a la falda se sumara una polera cuyo cuello emula a una blusa mal arreglada.
2.
Ocurrió que esa había sido la tarde de más calor del año y la gente, cuya piel siempre arde, salió a la calle en busca de viento. Inexistente viento, vale decir. Más que probable, en busca de caras conocidas que compartieran su sudor. La vista desde ese asiento de la micro consistía en un 50% de color verde paco, 1% de amarillo grifo y 49% de marrón guata pelada y tierra de esquina. Este último color le saltaba a los ojos como un plano, como si todo lo que no fuera carabinero se transformara en una misma cosa en la que éstos flotaban. Sobre el pavimento una charca. Una película de agua estancada que apenas se movía con uno que otro dedo del pie que la agitaba desde la orilla. Las patrullas estacionadas a lo ancho de Pérez, y las micros en fila india esperando algo.
3.
Salimos de ‘el piso’. Aire rancio dentro y fuera de todas partes. El calor de la ciudad se mete por los poros de la Malena empujándole el maquillaje, dejando su cara con una expresión de derretida molestia. Malena: mal nombre para ella. Suena tan ridículo que se haya puesto así. Me acuerdo de la Malena de la Bellucci. Esa sí que era Malena. El plumón me ensucia las manos sobremanera.
4.
- Tu mamá no cocinaba de estas comidas ¿verdad? Verás, los niños aprenden a comer viendo a sus papitos hacerlo. Por culpa de ella son ustedes tan mañosos...
- José come de todo.
- Por eso son así de mañosos, sí. No tienen costumbres.
- Mejor no tener la costumbre a no tener modales.
5.
Estaba en el basurero municipal. El forense dijo que, por su cara plana, intuía el choque directo con un objeto contundente de grandes dimensiones. Tenía tapadas las piernas con suma delicadeza; con hojas de periódico sin fotografías. Avisos económicos, clasificados, obituarios sobre todo. El pecho, por el contrario, estaba desnudo. Los brazos abiertos a todo su largo como marco, como las aspas de un molino que ha sido derribado por el viento. El pezón se erguía solo a la derecha, endurecido y a la espera. El otro, pensó, debe haberse quedado entre los labios de alguien. Ya era vano buscar saliva en un pecho que evidentemente había sido deteriorado por el clima y las moscas. La lluvia era ácida en esa comuna, y hacía pozas donde el azufre les delineaba los contornos.
6.
En cada puerta, según la abuela, había colgada una estampita del padre Pío. Nunca se sabe, niño, cuando haya que pedir refuerzos. Los dedos de V golpean el asiento vacío junto a él. Sus ojos giran. Vieja loca, se le escapa a la del lado. Un sudor frío le corre a V por el cuello. Ya veo, dice. Piensa en que todas las bocas huelen tan mal. Tras cada puerta, agarradas con un alfiler de cabeza de perla roja. Debe ser que tiene los dientes podridos de tanta cerveza. Respiran hondo. El sonido en los audífonos de la del lado se incrementa, mezclándose con el motor y las voces. Su cara se pierde en el reflejo de la ventana.
2 investigadores:
como siempre, interesanto todo lo que escribes
tienes un estilo único ^^
Yo tengo una Malena en mis cuentos, hum.
El apunte 1 es el que me gusta más. Me gusta todo, y me gusta esto del bloc porque cuando leo lo que escriben otros me inspiro y escribo yo también y es un círculo vicioso, pero uno de los buenos.
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