Youth Yarrá comenzó sus memorias poco después de acontecidos los hechos. De a poco, como tirando de una cuerda, escribió cada uno de los sucesos ocurridos en su vida, terminando con el que obviamente había conseguido como punto final tenerlo encerrado en esa casucha mecanografiando con apuro.
(…)
Satisfecho con el resultado, entregó el montón de 984 páginas mecanografiadas a un amigo, Sánchez, quien las leyó detenidamente por algo más de tres días. Cuando acabó arrancó la página del final y se limpió el café del bigote con ella: era señal de respeto a una buena lectura en su país.
Como escribiendo siempre la misma historia, Youth Yarrá anotó cada una de las cosas que le pasaron en la vida otra vez. Como un escritor escribe siempre la misma novela, pensó, yo paso en limpio lo dicho y hecho alguna vez con el fin de que, poco a poco, la forma sea distinta, pese a no poder cambiarse lo acontecido.
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Satisfecho con el resultado, entregó el montón de 984 páginas mecanografiadas a un amigo, Sánchez, quien las leyó detenidamente por algo más de tres días. Cuando acabó arrancó la página del final y se limpió el café del bigote con ella: era señal de respeto a una buena lectura en su país.
Como escribiendo siempre la misma historia, Youth Yarrá anotó cada una de las cosas que le pasaron en la vida otra vez. Como un escritor escribe siempre la misma novela, pensó, yo paso en limpio lo dicho y hecho alguna vez con el fin de que, poco a poco, la forma sea distinta, pese a no poder cambiarse lo acontecido.
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