El cuarto cuaderno lleva como título De los lamentos. No habrá mucho que decir al respecto. Eso sí, el título tiene por objeto evidenciar una puesta en crisis que va más allá de tener penas de llanto y que puede trascender al lamento como queja. En este caso, el lamento además puede coincidir con la petición desesperada de algo, sea esto bueno o malo. Es, en términos puros, un diario de vida común y corriente.
Este, a diferencia de todos sus antecesores, es un diario en mayor medida epistolar: cargado de cartas que nunca llegaron a mandarse. Es muy posible que las cartas suplanten a las relaciones reales, convirtiéndose en conversaciones imaginarias en las cuales las personas se transforman dolorosamente en meros personajes. Si bien la presencia de cartas es llamativa, en este cuaderno siguen estando presentes como género el cuento y la poesía: al final cualquier formato vale para lamentarse, pues es el tono del lamento el que finalmente resignifica las palabras.
Este, a diferencia de todos sus antecesores, es un diario en mayor medida epistolar: cargado de cartas que nunca llegaron a mandarse. Es muy posible que las cartas suplanten a las relaciones reales, convirtiéndose en conversaciones imaginarias en las cuales las personas se transforman dolorosamente en meros personajes. Si bien la presencia de cartas es llamativa, en este cuaderno siguen estando presentes como género el cuento y la poesía: al final cualquier formato vale para lamentarse, pues es el tono del lamento el que finalmente resignifica las palabras.
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