martes, 29 de julio de 2008
I. Folio 15 - Sobre los libros (no fechados)
Ingresado por Isabel (IV) a las 22:38 1 investigadores
Descriptores acetona, anticuario, fotografías, gay encubierto, la novela, libros, Nivea, novelas, picazón, primer cuaderno, robo, travestis, viejo caliente
viernes, 11 de julio de 2008
I. Folio 14 - Carta sin numerar acerca de la novela (febrero del 2008)
Yo estaba ahí, entre V y la vieja loca. También estabas tú, Agustín, dando vueltas en el vidrio como un fantasma.
El señor V sólo tenía que estirar el brazo y enredarse los dedos con mi pelo negro. Estaba ahí, pero no lo hizo, y sin embargo no paraba de abrir y cerrar la boca deseando hacerlo. Hacía grandes esfuerzos para mantener su vista en otra cosa que no fuera mi pelo. Sus dedos no paraban de golpear el cuarto asiento, vacío a su lado. Tipo raro V. La vieja no se calló en todo el camino. Se bajó un paradero tarde, enchuchada, perdiéndose por alguna esquina. Tras cada puerta, decía la vieja, tenía colgada una estampita del padre Pío. Nunca se sabe, niño, cuando haya que pedir refuerzos. Los dedos de V golpeaban el asiento junto a él una y otra vez, como estacas. Sus ojos giraron hacia la ventana, mi pelo, la cara de la vieja, mi pelo una vez más. Le dije vieja loca, y la voz me salió muy clara entre los dientes apretados. V se remeció apenas. Ya veo, dijo. Se dibujó en su boca una mueca de desagrado. Tras cada puerta, seguía la vieja, agarradas con un alfiler de cabeza de perla roja. Así con las estampitas de 1993. Ajusté mis audífonos, amigo, y tú sigues perdido en mi reflejo atrapado en la ventana. We hug the same plank, Agustín, but The waves suck you in, and you drown: yo voy a casa, y me resulta indispensable seguir oyendo a esa vieja mezclada contigo, con el ruido del motor.
Cuando la calle se elevaba sobre la autopista la vista del cemento desnudo me pareció algo bonito. Quizás lo que me gusta es la altura. Más que probablemente extraño el camino que conduce a tu barrio. Debo echar de menos la rabia que sentía subiéndome a esa micro de mierda. A diario pasaba cerca de tu casa, rozando el muro en el que está apoyada tu cama, y guardaba silencio. A veces caminaba por muchas cuadras hasta perder por algún motivo mi boca cerrada. Un par de veces, estoy segura, te comenté algo sobre todo esto. Como siempre, dijiste una cosa nada apropiada. A veces, cuando en la caletera habían muchos autos, la micro abría las puertas justo en la esquina de tu calle y yo entraba en ella como quien se pasea por una cuerda floja. Atroces veces. No sé por qué el cemento me pareció brillante entonces, if you'd just stay down with me I'll swim way down with you.
Letra detestable.
Cuando te conocí ya no eras gente, Agustín, igual que esa vieja. Ella es apenas y a medias un personaje mal herido, pero no le escribiría una carta como ésta. No le escribiría una novela tampoco, amigo, así que no te sientas desplazado. Tú te ahogas, yo te veo en esos remolinos. Cada uno tiene su función. El reflejo en la ventana tenía esa belleza que de linda duele mirarla. Supongo que V aprovechó el momento para observar con descaro todo el largo de mi pelo sobre los hombros. Te ahogaste entre el negativo de las cosas, en las calles que se borronean de acuerdo a la velocidad del bus. La vieja se tragaba las líneas del piso con las piernas, hecha un insecto en la vereda. V arqueaba una ceja, creyendo que así me daría la certeza de que eso entre nosotros fue amor a primera vista.
Ingresado por Isabel (IV) a las 22:15 0 investigadores
Descriptores Agustín, asfixia, canciones maltrechas, cartas, Cherry Waves, english, espejos, la novela, líos de cama, pelo negro, primer cuaderno, Transantiago, viejuja mística
domingo, 6 de julio de 2008
I. Folio 13 - Apuntes sobre asuntos marginales (diciembre del 2007)
Yo no era partidaria de que cambiaran el uniforme. Cuando se usaba jumper, las niñitas necesitaban de alguien que les subiera y les bajara el cierre, alguien que cuidara de que su pelo no se atascara en él y que les diera palmadas en el hombro después. Ya puedes irte, hija. Necesitaban a alguien más, no se mandaban solas como ahora. Agrandadas. La falda, que hasta más fea se les ve, ha dado para tanto. Como es obvio, no sólo en eso iban a quedarse las niñas: en una falda a cuadrillé sin ninguna gracia. C comenzó por dejarse la blusa afuera y terminó por embarazarse, y entre una cosa y la otra se hizo llamar Kowi por todos. Como sí fuera bueno que ellas mismas se eligieran el nombre, o necesitaran un apodo para ser alguien en la vida.
La rebeldía de síntomas y efectos como éste hicieron que a la falda se sumara una polera cuyo cuello emula a una blusa mal arreglada.
2.
Ocurrió que esa había sido la tarde de más calor del año y la gente, cuya piel siempre arde, salió a la calle en busca de viento. Inexistente viento, vale decir. Más que probable, en busca de caras conocidas que compartieran su sudor. La vista desde ese asiento de la micro consistía en un 50% de color verde paco, 1% de amarillo grifo y 49% de marrón guata pelada y tierra de esquina. Este último color le saltaba a los ojos como un plano, como si todo lo que no fuera carabinero se transformara en una misma cosa en la que éstos flotaban. Sobre el pavimento una charca. Una película de agua estancada que apenas se movía con uno que otro dedo del pie que la agitaba desde la orilla. Las patrullas estacionadas a lo ancho de Pérez, y las micros en fila india esperando algo.
3.
Salimos de ‘el piso’. Aire rancio dentro y fuera de todas partes. El calor de la ciudad se mete por los poros de la Malena empujándole el maquillaje, dejando su cara con una expresión de derretida molestia. Malena: mal nombre para ella. Suena tan ridículo que se haya puesto así. Me acuerdo de la Malena de la Bellucci. Esa sí que era Malena. El plumón me ensucia las manos sobremanera.
4.
- Tu mamá no cocinaba de estas comidas ¿verdad? Verás, los niños aprenden a comer viendo a sus papitos hacerlo. Por culpa de ella son ustedes tan mañosos...
- José come de todo.
- Por eso son así de mañosos, sí. No tienen costumbres.
- Mejor no tener la costumbre a no tener modales.
5.
Estaba en el basurero municipal. El forense dijo que, por su cara plana, intuía el choque directo con un objeto contundente de grandes dimensiones. Tenía tapadas las piernas con suma delicadeza; con hojas de periódico sin fotografías. Avisos económicos, clasificados, obituarios sobre todo. El pecho, por el contrario, estaba desnudo. Los brazos abiertos a todo su largo como marco, como las aspas de un molino que ha sido derribado por el viento. El pezón se erguía solo a la derecha, endurecido y a la espera. El otro, pensó, debe haberse quedado entre los labios de alguien. Ya era vano buscar saliva en un pecho que evidentemente había sido deteriorado por el clima y las moscas. La lluvia era ácida en esa comuna, y hacía pozas donde el azufre les delineaba los contornos.
6.
En cada puerta, según la abuela, había colgada una estampita del padre Pío. Nunca se sabe, niño, cuando haya que pedir refuerzos. Los dedos de V golpean el asiento vacío junto a él. Sus ojos giran. Vieja loca, se le escapa a la del lado. Un sudor frío le corre a V por el cuello. Ya veo, dice. Piensa en que todas las bocas huelen tan mal. Tras cada puerta, agarradas con un alfiler de cabeza de perla roja. Debe ser que tiene los dientes podridos de tanta cerveza. Respiran hondo. El sonido en los audífonos de la del lado se incrementa, mezclándose con el motor y las voces. Su cara se pierde en el reflejo de la ventana.
Ingresado por Isabel (IV) a las 20:46 2 investigadores
Descriptores cadáveres, carabineros de la nación, comunas, El Bron, Kowi, líos de faldas, lluvia ácida, moscas, padre Pío, Pérez, periódicos, porcentajes, primer cuaderno, Transantiago, viejuja mística