viernes, 13 de junio de 2008

I. Folio 4 - estudio para pie forzado (4 de julio del 2007)

1.
Desde hace una hora el mentiroso compulsivo está en la terraza fumando. No habla. Está sentado mirando hacia abajo los autos que pasan frente al edificio formando filas, tocando bocinas. Antes había dicho que no podía verme a la cara; que un gato lo miraba feo desde la ventana del cuarto piso por estar echado sobre mí, recriminándolo, y que por eso no había funcionado el día de hoy. Dijo lo que hacemos no me gusta. Voltea la cabeza: quiero que te retires, dice, como si yo fuera los platos sucios, tengo que trabajar. Pensar en esa, repito dos o tres veces; mi ropa y yo sin ella acabamos en el pasillo. Con los zapatos aún en la mano salgo, y sólo una hora y veinticinco cuadras más allá me doy cuenta de que él se quedó en mi casa. Yo estoy en la calle.

2.
Desde hace una hora el mentiroso compulsivo está en la terraza fumando. No habla, fuma sentado mirando hacia abajo los autos que pasan frente al edificio formando filas. Dijo que no podía verme a la cara, que un gato lo miraba desde la ventana estar echado sobre mí recriminándolo, y que por eso no había funcionado. Dijo lo que hacemos no me gusta. Voltea la cabeza y me pide que me retire: quiero que te retires, dice, como si yo fuera los platos sucios o la cuenta del cable, porque se supone que esté trabajando. Pensar en ella, digo, y lo repito dos o tres veces; todas mis cosas acaban en el pasillo. Vestida a medias salgo, y sólo a una hora y veinticinco cuadras más allá se me quita el enojo y concluyo con la frase habitual: no me usa más.

Él se quedó en casa y allá es donde voy. Caminando de regreso me acuerdo de la primera vez que me di cuenta de como serían siempre las cosas entre nosotros. Estábamos en la aduana de Arica, esperando. Rezábamos ambos porque el circo peruano frente a nosotros desistiera de diez cajones de mangos y las jaulas con leones y tigres de Asia. Apoyé la cabeza en su hombro y dormí por horas esperando. Cuando desperté me dijo que siempre habría una ella en el asiento del medio y entonces, supongo, me acostumbré a esperar y esperar, como en internación constante.

2 investigadores:

Isabel (IV) dijo...

Decía la Pamela Giles
"Los hombres que te usan no se enamoran de ti"

Y yo oía ayer, en casa, mirando el SQP obviamente sin entender nada.

Miss Rydia dijo...

Por eso la Pamela Jiles actúa como puente entre las frivolidades de la tele y la vida ingenua de una: porque une lo peor de ambos mundos, en cierto modo.